EL RELOJ
Les voy a contar una historia sobre lo que me pasó de niña.
En el último año de la primaria, por un mínimo descuido que había tenido, una compañera llamada Irene me había robado el reloj, el cual era muy importante para mí. Yo le pedí que me lo devolviera y que nadie se enteraría de que me lo había sacado, pero ella lo seguía negando. Hasta que, por último, me resigné y le dije que no se olvidara nunca de darle cuerda porque yo le había prometido a mi madre que nunca le dejaría de dar cuerda.
Irene llegó a su casa y lo guardó en un hueco, debajo de la baldosa floja que tenía en su cuarto. Pero un día Irene se marchó del pueblo y se olvidó de darle cuerda.
Cuando regresó, empezó a recordar su infancia y se preguntó sobre su compañera, y le dijo a su madre que le contara todo sobre mí. La madre le dijo que me había mudado a las afueras hacía varios años; el rumor era que mis padres me habían escondido porque estaba embarazada pero nada había confirmado ese rumor. Le contó que, cuando mis padres murieron, yo no fui al funeral. Un día, Irene decidió venir a visitarme a mi casa, preguntó dónde vivía y entonces se sintió la puerta. Yo no quería abrirle, pero ella insistía y…
- ¿Quién es? -pregunté.
Ella dijo: – Busco a Anita; soy Irene, una amiga.
-Ah, Irene – contesté yo, y le dije: vos podés pasar.
La llave giró, giró y la puerta se abrió.
Irene me reconoció enseguida, porque era imposible no conocerme cuando yo seguía siendo una nena de 12 años y entonces yo le reproché… ¡NO LE DISTE CUERDA!
FIN
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